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Carta abierta en defensa del profesor Boaventura de Sousa Santos - Por Hector Costa

  • Hector Costa
  • 26 ago
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 28 ago

Hector Costa — Sociólogo de la educación, Investigador, Profesor, Mediador Lingüístico y Cultural, Activista Social

 

Mi formación académica y personal está profundamente entrelazada con la trayectoria del Profesor Boaventura de Sousa Santos. Fui su alumno de licenciatura en Sociología, durante mi Máster y mi Doctorado, todos organizados por él en el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra. Más que un viaje académico, fue un viaje transformador, marcado por el rigor, el afecto y el compromiso político con el conocimiento del Sur Global.


Boaventura no era sólo un profesor. Fue -y sigue siendo- un constructor de mundos posibles. Un intelectual que se atrevió a desafiar el canon eurocéntrico, que nos enseñó a pensar con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte. Sus exigencias metodológicas, pedagógicas y epistemológicas no eran una carga, sino una invitación a la responsabilidad crítica. Nunca nos trató como objetos de estudio, sino como sujetos de conocimiento.


La pedagogía del encuentro: En el espacio formal del aula y en los pasillos del CES, Buenaventura cultivó una pedagogía de la escucha, la presencia y la dignidad. Pero fue también en los espacios informales -cafés, cenas en el restaurante Casarão, donde pagaba las comidas de los alumnos necesitados- donde se reveló su dimensión humana y afectiva. Esos momentos no eran sólo gestos de generosidad: eran prácticas de inclusión y de reconocimiento.


El río Mondego como metáfora de resistencia: Hoy, cuando miro a Coimbra, veo el Mondego -el mayor de los ríos portugueses- como símbolo de la fuerza que representa Buenaventura. Pero también veo cómo intentaron vaciarlo, matarlo, silenciarlo. Al igual que el río, cuya corriente ha sido desviada, represada y domesticada, Boaventura también ha sido objeto de intentos de contención simbólica. Vaciaron su nombre, mataron su reputación y silenciaron su voz. Pero como el Mondego, que resiste y sigue fluyendo, Bonaventura sigue siendo una corriente de pensamiento insurgente, una fuente de conocimiento plural y un espejo de dignidad intelectual.


Afecto y cultura: una gramática del Sur: Como latinoafricano, sé que nuestros modos de expresión -abrazos, besos, cercanía física- forman parte de nuestra gramática afectiva. Son gestos de bienvenida, no de invasión. Buenaventura entendía este lenguaje cultural y nunca lo explotó. En todos los años que vivimos juntos, nunca presencié ningún comportamiento que pudiera interpretarse como acoso moral o sexual. Al contrario, vi a un hombre que daba voz a los silenciados, que creaba espacios de escucha para los invisibilizados.


Disputas simbólicas y luchas de poder: El mundo académico es un campo de fuerzas. El CES, como cualquier institución, no es inmune a las disputas de legitimidad, las tensiones internas y los intentos de dominación simbólica. Las quejas que surgen deben escucharse con seriedad, pero también con rigor sociológico.


Hay contextos en los que la denuncia se convierte en un instrumento de lucha por el poder, en un intento de golpe institucional, en una forma de silenciar a quienes se atreven a pensar fuera de la norma.


Boaventura como horizonte epistemológico: Como sociólogo de la educación, como investigador, como mediador cultural, como activista social, digo con convicción: Boaventura de Sousa Santos es una referencia ética, política y epistemológica. Su trabajo no es sólo teoría, es práctica transformadora. Su presencia no es sólo académica, es insurgente, afectiva, radicalmente comprometida con la justicia cognitiva.


Esta carta no es sólo una defensa. Es una afirmación colectiva. Una afirmación de que hay maestros que nos cambian la vida. Y Boanaventura fue, para mí y para muchos, ese maestro.

 
 
 

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